Una de las grandes paradojas de la vida es la famosísima, y muchas veces no utilizada, lista de la compra.
Nos devanamos los sesos para recordar todas las cosas que faltan en casa y que debemos comprar, que si hay poca azucar, que si falta leche, que si no hay huevos, algo de carne, ya que estamos pescado, patatas, cerveza, y guarrerías varias en forma de frutos secos y chocolate... todo lo apuntamos en una lista, todo perfectamente controlado.
Pero finalmente la realidad es distinta y aterradora, la lista queda olvidada, doblada dentro del bolsillo y lo que hipotéticamente iba a ser una pequeña compra que podría durar en circunstancias normales apenas una hora, dura un par de horas y nos llevamos a casa muchas cosas que no teníamos intención de comprar y se nos olvidan cosas que realmente necesitamos con lo que al final tendremos que volver para comprarlas. Eso en el mejor de los casos.
En muchas más ocasiones hacemos simplemente una lista mental que por supuesto olvidaremos nada más pisar el supermercado porque nos veremos abrumados por tanta oferta, por tantas luces y por tanta gente, por los precios y por las ofertas 3 x 2.
En fin... hay gente que opina que las listas de la compra son una perdida de tiempo, y otras que son el mejor invento de la humanidad (bueno, después de las toallitas húmedas), pero lo que si es seguro es que todos y cada uno de nosotros, alguna vez hemos hecho una.
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