JUGAR CON FUEGO

Una cosa es indudable en el ser humano, consciente o inconscientemente nos gusta el riesgo. A unos más, a otros menos, pero sin duda alguna a la humanidad le va la marcha.

Esta afirmación tan rotunda viene dado a que el hombre hace cosas increibles, locuras completas, actos impensables que sabes que son peligrosos, que tienen cierto riesgo o simplemente que sabes que no debes hacer porque va contra las reglas, ley o moral establecida y aún así lo haces, contraviniendo lo que la razón te dice. Nos gusta arriesgarnos, nos gusta la sensación de salir vencedores de situaciones comprometidas, nos da un subidón.

Estas situaciones, a veces, no tienen un riesgo real para tu vida o la vida de otros. Pero yo creo que si. Toda acción, toda decisión tomada y realizada tiene una reacción, una consecuencia que afecta a tu vida o la de otros. Arriesgarse no es solo saltar de un avión con un paracaídas, es también pedirle salir a una chica, jugarsela no es solo llevar una chuleta a un examen es también invertir en un negocio novedoso. Las cosas pueden salir bien o mal, pero si no lo intentas siempre te quedará una sensación de vacío en tu interior.

Curiosamente, hacer lo contrario es igual de malo, principalmente porque produce una sensación de insatisfacción, de oportunidad perdida. La gente que no se arriesga a hacer cosas termina sintiéndose desgraciada, perdida, infeliz.

Hay gente que se vuelve adicta al riesgo, que necesitan tener esa sensación a todas horas, un subidón de adrenalina corriendo por su torrente sanguineo, otras personas no quieren riesgos, se inmovilizan, todo control y orden. No se puede estar en los extremos, porque ninguna de las dos tiene sentido, vivir es disfrutar y estar en constante tensión no deja disfrutar.

La vida es jugar con fuego, es decisión, es pensar en el futuro, estando en el presente y aprendiendo del pasado.